
Pesadillas y terrores nocturnos
Cuando alguien dice “duerme como un niño” realmente no tiene ni idea de lo que es un niño.
Los padres realmente anhelamos dormir del tirón. Sin embargo, en un primer momento son muy pequeños y tienen muchas necesidades. Después, cuando ya parecía que empezaban a dormir, rondando los dos años, ¡se despiertan de nuevo! ¿Qué es lo que pasa?
El niño con dos años vive muchísimas experiencias muy enriquecedoras en todas las áreas del desarrollo de modo que, cuando llega la noche, el niño lleva encima una avalancha de impresiones y, debido a ello, su sueño es intranquilo.
Ocurre también que a esta edad los niños no distinguen entre lo real y lo que no lo es, la realidad y la fantasía, y tampoco entienden las bromas, ellos se lo toman todo muy en serio, por lo que no debemos gastarles bromas.
La imaginación del niño le lleva a inventarse, además, muchas cosas a lo largo del día, que le vienen a la cabeza sobre todo cuando llega la noche y se apaga la luz, momento en el que el miedo aumenta.
También reclaman la atención directa, sobre todo materna, a horas absolutamente intempestivas en las que tendríamos que estar todos durmiendo plácidamente, pero están en un momento de afianzar su propio yo, lo que les lleva a buscar un enfrentamiento con los padres, porque el niño así se crece y afianza su personalidad. Esto es una fase muy incómoda pero necesaria para que el niño madure.
No nos gusta regañarles porque no es nada agradable pelearnos con un niño (en realidad nosotros no debemos jamás pelear con nuestro hijo, cada uno se encuentra en el lugar que le corresponde), pero el afán de independencia de la criatura nos puede causar bastantes quebraderos de cabeza y mucho cansancio.
Además, las pataletas en muchas ocasiones vienen dadas por miedo a que “por portarse mal” le vayáis a dejar solo, miedo a sentirse abandonado.
Tiene una pesadilla. ¿Qué hago?
Acude rápidamente a su cuarto, intenta consolarle explicándole que no pasa nada, que estás ahí y que “vamos a volver a dormir”.
El hecho de sentirte presente le dará seguridad, le reconfortará y se calmará pero es complicado que acceda a dormirse de nuevo porque cerrar los ojos le asusta.
Ante esa situación ¿por qué no plantearnos dormir y descansar todos? O nos quedamos con el niño en su cama o nos le llevamos con nosotros porque no hay nada malo en que se acueste en nuestra cama o nosotros en la suya.
El hecho de dormir o no con el niño es algo que debe decidir la pareja y debemos ser coherentes con la decisión tomada. Cuando los niños crecen ya no quieren dormir con nadie, quieren amplitud y comodidad, quieren “su espacio”.
Las pesadillas durarán un periodo más o menos largo y, si no se descansa por la noche, la situación durante el día puede complicarse una barbaridad.
Si el niño se queda dormido y prefieres que se quede solito, vete y vuelve cuando te reclame y no ignores su llanto porque enfadarnos con él sólo va a provocar más nerviosismo, más llantos y, probablemente, más gritos.
¿Cómo puedo prevenir las pesadillas?
Resulta muy útil apuntar la frecuencia con la que aparecen y cuándo aparecen, pensar qué ha pasado a lo largo de ese día, aunque en realidad no es fácil adivinar el origen de las pesadillas.
Se producen en la fase REM del sueño, que en los niños es una fase larga y va acortándose progresivamente según van creciendo.
Es bueno evitar todo tipo de pantallas, al menos dos horas antes de irse a dormir. Es mejor acostumbrarlos a jugar y a hacer cosas diferentes a ver la televisión o similar porque esto les produce una actividad cerebral importante y conviene que cuando se vayan a dormir se encuentren lo más inactivos posible.
Es muy importante mantener las rutinas de lunes a domingo. Lo primero son los niños y nos tenemos que adaptar a ellos, no ellos a nuestro ritmo de fin de semana, por ejemplo.
Los terrores nocturnos son superados de forma natural por todos los niños al llegar a una etapa superior del desarrollo madurativo. Si estas persisten más de lo que podemos considerar un periodo normal, debemos acudir al pediatra para su valoración.
¡¡Ánimo!! Después todo se olvida y su recuerdo sólo nos produce sonrisas.
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