
¿Qué espero de la escuela?
“Es tan misterioso el país de las lágrimas…”. El Principito.
La escuela garantiza el respeto y la dignidad de la persona.
En la anterior entrada del blog os contábamos que “los comportamientos del niño debemos interpretarlos como lo que son: comunicación”.
Los primeros días de escolarización son difíciles. Los adultos tenemos la capacidad de controlarnos porque hemos tomado una decisión meditada, pero los niños, cuando los dejamos en el centro educativo, necesitan una respuesta que de momento no van a encontrar: ¿Por qué no veo a mi madre? ¿Quién eres tú? ¿Dónde estoy?
Escribo madre de forma plenamente consciente porque está demostrado científicamente que, evolutivamente, durante los primeros años de vida la persona principal de referencia, y por tanto a la que más echan de menos, es a su madre y eso no significa en ningún caso que no tenga el niño una vinculación con el padre correcta y adecuada. Cada uno de los progenitores tiene un importantísimo papel, pero cada uno el suyo.
Los niños lloran y se comunican llorando, por eso hemos elegido esa maravillosa frase de El Principito para iniciar esta entrada. La escuela, podemos decir que es “ese país de lágrimas, misterioso e incierto” de los primeros días que pasará en muy poco tiempo a ser su segunda casa, un lugar en el que serán muy felices porque tendrán libertad de movimiento, experimentarán sin peligro, descubrirán muchas cosas y serán protagonistas absolutos de su proceso de aprendizaje.
Comenzarán su socialización en medio de una etapa egocentrista que será abandonada de forma progresiva a partir de que el niño desarrolle de forma completa el lenguaje, el cual facilitará el proceso de socialización, por lo que comenzará también a entender otros puntos de vista.
Se dice que los niños son un misterio y lo que provoca que una persona llore también es un misterio. Sin embargo, en este caso sí sabemos por qué lloran (han perdido de vista a su persona de referencia) y es labor nuestra, de los maestros y educadores, consolarlos. Debemos comprenderlos y permitirles que se expresen libremente, estando cerca o no tan cerca, porque las lágrimas de un niño no siempre quieren ser consoladas si no es por esa persona de la que sí quieren recibir el consuelo.
Por lo expuesto anteriormente, nunca podemos prever la respuesta del niño a la incorporación a la escuela infantil. Se puede intuir, pero debemos esperar pacientemente, mantenernos alerta y atender su demanda según comunique su bienestar o malestar.
¿Qué espero de la escuela?: ¿Milagros? Estos no existen. ¿Mejoría? Ésta sí que se dará.
La escuela, con mucha paciencia y progresivamente, irá trabajando con vuestros niños y, si lo que esperas como padre o madre es que el niño se porte maravillosamente, comience a comer perfectamente, realice la siesta durante el tiempo estimado y, además, se coma la fruta que tanto asco le da, tenemos que decirte que lo más probable es que todo eso ocurrirá, pero no de forma inmediata.
¿Qué es lo que se entiende por “portarse bien”?
Para un adulto que no sabe lo que un niño implica sería que nos deje descansar en el sillón, que no me levante por la noche, que no me interrumpa en la comida, que me obedezca, que no chille, que no me interrumpa al hablar, etc.
Sin embargo, cortar una conducta natural del niño porque nuestra expectativa es diferente es un error porque estamos limitando la curiosidad, el juego, el desarrollo del lenguaje, etc. Estamos parando lo que de forma natural no puede parar. Error.
Os ayudaremos a buscar las estrategias y recursos necesarios para que el niño siga su ritmo y vosotros podáis adaptaros sin que llegue a generarse esa normal ansiedad que aparece cuando aparentemente «ya no se puede más».
Seguimos trabajando.
Verónica García Notario, directora Escuela Infantil Delphos
Leave a Reply