
Menos es más
“Se murió una plantita de tanto que le daba agua, y entendí que dar de más, aunque sea algo bueno, no siempre es lo adecuado”. El Principito.
Continuamos con nuestra serie de reflexiones sobre la necesidad de que la educación de nuestros pequeños trotamundos parta de una base de sentido común en la que la flexibilidad se encuentre siempre en ella, pero también la firmeza, aunque siempre llena de cariño y sentimiento positivo.
La coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos, pensar antes de tomar una decisión para que no haya incongruencias entre el pensamiento y la acción, no significa, aunque el amor al niño sea incondicional, que tengamos que darle y consentirle todo lo que pide.
Los excesos no son educativos.
Tener mucho genera a los niños dispersión, algo que no favorece nada el trabajo de la atención sostenida, lo que, además, puede dar pie a un diagnóstico erróneo (“Este niño es un TDA o un TDAH”), algo que no queremos que ocurra.
Nuestro amor hacia el niño nos debe llevar a tener la cabeza muy fría, aunque el corazón lo tengamos ardiente, para distinguir lo que sí y lo que no le conviene, a pesar de que a veces pueda convenirnos algo que no es adecuado ni bueno para el niño por el mero hecho de que nos permite un tiempo de libertad y tranquilidad, pero lo más probable es que se vuelva en nuestra contra.
Reflexionemos: ¿Ponerle delante de una pantalla es adecuado? Un NO rotundo responde a esta pregunta. Una pantalla es como si pusiéramos una droga a nuestro hijo, porque “engancha”, y todos sabemos lo que cuesta desengancharse de cualquier vicio adquirido.
Poner al niño frente a las pantallas es una forma de manipulación del menor, aunque nos parezca una forma de liberación del adulto porque nos “libramos” de él un tiempo teniéndole absorto con una pantalla.
Las pantallas son educativas cuando queremos obtener un aprendizaje concreto, pero siempre acompañado del menor del adulto y con un tiempo limitado a un máximo de 10 minutos.
Tener cientos de juguetes (“trastos”) a su alrededor sólo va a generar desinterés y dispersión.
Tener tanto e incontrolado sólo conseguirá que el niño pida más y más y quiera todo y nada a la vez, que tenga siempre todo tirado, que lo maltrate y no respete sus juguetes ya que, al haber tantos, si se rompe alguno, hay muchos más para seguir esparciéndolos.
Debemos actuar con mucha racionalidad: 2 o 3 juegos, una pequeña estantería con 2 o 3 cuentos y un espacio libre (su rincón de descubrimiento) es lo que el niño necesita, nada más. Nosotros iremos sustituyendo elementos en función de nuestra observación: con qué se entretiene más, qué es lo que le produce más emoción, con qué interactúa más, etc.
Los padres también tenemos un trabajo de investigación para conocer a nuestros hijos, por lo que tenemos que pasar tiempo con ellos y respetar su juego, sus ruidos, su interacción con los objetos y con nosotros y, de esa manera, tendremos claro qué es lo que le permite entretenerse un poco más de tiempo de lo habitual.
No os extrañe que ese tiempo sea muy breve, porque en un niño de tres años el tiempo normal de atención sobre algo que manipula es de aproximadamente 3 o 4 minutos, para que os hagáis una idea de lo breve que es la atención de vuestro pequeño.
Debemos por ello, padres y educadores diferenciar las actuaciones del niño de las nuestras, para no interrumpir en ningún caso el aprendizaje del niño ya que cada tropezón es un parón en la curiosidad, en la experimentación, en su manipulación… En definitiva, en todo su proceso de aprendizaje.
Nosotros, como adultos, debemos ser ese andamio que le sirva para crecer en todas sus áreas de desarrollo, un andamio fuerte y seguro, que no interrumpa ni pare la subida del niño.
Con las reflexiones anteriores queremos animaros a promover en casa unos espacios preparados para el niño en los que disfrute y goce de su juego, de sus descubrimientos, con objetos limitados pero de mucha calidad que le permitan avanzar en el desarrollo motriz, óculo manual, del lenguaje, de la experimentación… y tantos otros.
Finalizamos volviendo a la frase con la que iniciamos esta entrada en el blog: Regar demasiado ahoga la planta, es mejor dejarla que ella nos pida el agua. ¡Seguimos!
Verónica García Notario. Directora Escuela Infantil Delphos
“30 años creciendo contigo”
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