
Ganar y también aprender a perder
Últimamente hemos pasado muchas horas aire libre en los patios para que los niños pudieran respirar aire limpio y tener muchas menos probabilidades de que ellos y nosotros mismos nos infectáramos del bicho malicioso que de repente produjo un cambio absoluto en nuestras vidas y en nuestra forma de enseñar a los más pequeños.
Aunque éramos totalmente conscientes de que eran muy pequeños para trabajar juegos de mesa con lo que ello supone (practicar el conteo e interiorizar el concepto abstracto del mismo, diferenciar colores, utilizar la estrategia para poder ganar al equipo contrario y aprender a trabajar en equipo), no nos detuvimos e intentamos el reto. Compramos parchís, oca, dominó, las tres y cuatro en raya y, además, ya contábamos con nuestro ajedrez gigante.
Al igual que con el ajedrez nos habían demostrado un alto interés por aprender, respetar turnos, identificar las piezas y sus movimientos, etc., los niños una vez más nos han sorprendido porque, además de aprender de forma interiorizada conceptos muy elaborados y que les serán muy útiles en todo el periodo de aprendizaje futuro, a nosotros, como maestros, nos ha servido para incrementar en ellos el concepto de área matemática y asentarla de una forma muy forma correcta.
Es muy pronto para que un niño acepte ganar o le siente mal perder, aunque son procesos normales que aparecerán y ocurrirán un poco más adelante. Se percibirán más en la etapa de los 4 años, una etapa que suele ser complicada para las familias, como la de los dos años, pero trabajamos para que lleven una base ya trabajada en la que ya hayan aprendido que lo importante en cualquier tipo de juego es participar. Si se gana es estupendo, y nos refuerza y nos sentimos muy bien, pero si perdemos, es parte del juego, además de que nos llevará a pensar cómo hacer para poder ganar la próxima vez y a aceptar que otros han sido mejores que nosotros en ese momento.
Para conseguir que gestionen sus emociones adecuadamente y para que aprendan a sentirse mejor utilizamos esa magnífica estrategia del rugby de felicitar al contrincante. El equipo ganador felicita al otro por todo el esfuerzo realizado, por su lucha, por el respeto en el juego y por la estrategia utilizada, demostrando u gran compañerismo que se ve recompensado con aplausos y felicitaciones. Primero, de los que han perdido y, en segundo lugar, de los ganadores.
Aunque les disguste perder, es muy bueno, porque permite que se enfrenten a sus propias limitaciones y les sirva de incentivo para querer superarse.
Cuando la familia y los educadores aceptan la derrota de una forma natural, el niño imitará, copiará esa actitud y aprenderá a aceptar que ha perdido, pero sin enfadarse.
“Jugar con nuestros hijos no es perder el tiempo, sino ganar una vida”
Joan Barril (escritor español)
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