
Educar la libertad y la inteligencia emocional
La sociedad en la que nos encontramos inmersos nos exige estar aún más pendientes de nuestros hijos.
Crecer en armonía, confiados, con límites y exigidos con cariño implicará beneficios y crecimiento personal, serán adultos fuertes que sabrán decir NO a eso que no es bueno para ellos y para eso tienen que ser muy fuertes y seguros emocionalmente.
¿Cómo debemos educar?
Debemos educar personas con la capacidad de ser capaces de discernir lo que es bueno para ellos de lo que no lo es y de ser libres con capacidad para pensar, para reflexionar y decidir libremente con la verdadera libertad y real en la persona humana.
Educar en libertad
La libertad es el principio educativo que reclama esa nota característica de la persona humana que es la autonomía. Ser capaz de llevar las riendas de la vida por uno mismo y gobernarse a sí mismo e intentar no permitir que nuestros hijos se conviertan en marionetas de los demás.
Lo propio de ser humano es la autonomía y no la independencia porque formamos parte de la comunidad humana, pero somos autónomos. Aunque está claro que necesitamos a las personas porque convivimos con ellas, pero aun así debemos tener la firme convicción de que somos dueños de nosotros mismos.
La libertad es fruto del ser racionales y trae consigo la inteligencia y la voluntad que implica ser capaces de tomar decisiones por uno mismo cómo que quiero ser, cómo voy a hacer mi vida valiosa, en definitiva, soy libre para ser persona plena y para ser feliz.
La libertad es lo que reclama la dignidad de la persona.
Educamos en la familia y en la escuela en libertad y educamos para que nuestros niños sean personas libres y responsables.
Educar en libertad implica que las personas se equivocan y educar en libertad no es permitir que los niños “hagan lo que les de la gana”.
La educación está al servicio de la libertad de manera que cada niño crezca y decida cómo quiere orientar su vida y crear su propio proyecto de vida.
La importancia de la voluntad
Todo crecimiento personal pasa por querer ser más porque la voluntad se encuentra ahí en medio. No sólo está implicada en la libertad la inteligencia si no también la voluntad ya que sin ella no hay proyecto que salga hacia adelante ya que no siempre apetece “lo que tenemos que hacer”. Eso es fortaleza de la persona y decide en su libertad hacer lo que tengo que hacer también cuando no me apetece.
La libertad se adquiere progresivamente desde la escuela infantil hasta el final de la formación académica y personal.
Cada uno va conquistando su libertad con sus conductas responsables.

Desarrollo de la responsabilidad con el cuidado del medio ambiente y en el buen trato a los animales
Hacerle pensar al niño para que adquiera unas normas, que interiorice unos hábitos, ser capaz de seguir esforzándose por un proyecto, aunque cueste, esa libertad le hará sentirse feliz.
Los padres y los educadores somos orientadores que ayudamos a pensar, reforzamos, animamos, y somos generalmente buenos consejeros.
La libertad no es siempre elegir, en bastantes ocasiones es aceptar. Libertad de la aceptación, libertad de acción, libertad de proyectos…
La libertad se ejerce a partir del compromiso. Uno elige con quien se vincula, el compromiso y felicidad están unidos a la persona.
Sin compromiso no hay felicidad. Las restricciones no reducen la libertad, sino que te ayudan a elegir adecuadamente y a no estrellarse y en definitiva ayudan a la persona a crecer como persona.
La libertad exige saber pensar, la libertad ayuda a reflexionar y por tanto a elegir.
Es parte de la educación de la libertad ser capaz de asumir los errores de uno mismo.
Equivocarse no es malo y equivocarse es crecer como persona: Reconocer que lo que se hizo está mal y disculparse. Buscar la solución a ese mal hacer. Es en definitiva hacer lo correcto porque se es consciente de que nos podemos equivocar.
El papel de los padres y educadores en la educación
Los padres y los educadores ayudan a educar la voluntad que es el sentido más propio de la disciplina. Ayudar a los niños a gobernar su propia vida, a controlar sus caprichos y su impulsividad, sus deseos, a respetar al otro, a cuidar las cosas materiales y a cuidarse a sí mismo y a los demás.
La disciplina en la familia y en la escuela tiene sentido de autodisciplina. Esto lleva un esfuerzo, corregir y llevar a pensar.
La educación es amable, correctiva, y ayuda a adquirir las virtudes humanas (repetición de actos operativos buenos). Educación en valores.
Educar en valores y por tanto en el desarrollo de las virtudes humanas exige que su adquisición sea a través de la repetición de los actos. Pero en los niños pequeños no se puede hablar de virtud porque son muy pequeños por lo que hay que hablar de hábitos. De buenos hábitos, por ejemplo, de higiene personal, de recoger la habitación, colaborar en las tareas familiares, etc.
Educar en libertad permitirá a su vez educar, desarrollar y crecer en una adecuada y firme inteligencia emocional que les permitirá crecer en confianza en si mismos.
La inteligencia emocional se adquiere en la familia y según sea el modelo educativo que transmita será la base y el modelo inicial. Un modelo que el niño asentará y asimilará porque es lo que ha vivido en primera persona.
Los padres que transmiten confianza, cariño, seguridad, tranquilidad, paciencia, firmeza y amor producen efectos muy positivos en el desarrollo de la personalidad de sus hijos. Según sea la forma de hacer, de corregir y de decir las cosas producirá efectos muy diferentes en los hijos y en su propio entorno.
Fomentar el desarrollo de la inteligencia emocional es también educar en la escucha activa. Además de tener presente los sentimientos de los más pequeños hay que procurar que nos expresen verbalmente los mismos. Por qué se han sentido bien o mal con nuestros actos o incluso las verbalizaciones que les hemos hecho.
Hay que estar atentos a cualquier problema que detectemos en nuestros hijos y nunca menospreciar o no dar importancia a lo que ellos si la dan.
Escuchar, orientar y empatizar con sus problemas nos llevará a ayudarles a resolver por sí mismos y lograrán que sean ellos los que poco a poco encuentren la mejor solución posible. La solución a ese problema que tienen o ese sentimiento o duda o presentimiento incómodo que puedan tener y les hace sentirse mal.
Pedir disculpas a nuestro hijo si en algún momento hemos recibido o respondido con malos modos algún comportamiento o verbalización inadecuada. Reconocer sus esfuerzos para reforzar su autoestima y responsabilidad personal.
Interesarse siempre por lo que ha hecho, por lo que le gusta, por lo que ha aprendido, por sus amigos, etc…
Facilitará una mejor gestión de su proceso de socialización y crecimiento como persona.
Desarrollo emocional
Un adecuado desarrollo emocional permitirá a su vez una adecuada identificación, gestión y control de sus propias emociones. La forma de expresarlas tenderá a ser siempre el más adecuado y facilitará la necesaria socialización con el entorno.
La consecuencia más importante de sentirse bien consigo mismo es lo que nos lleva a ser más felices.
Afianzar por tanto una adecuada gestión de las emociones es muchas veces consecuencia de una correcta educación dentro de la familia y en los centros educativos. Es parte de la base del desarrollo integral del niño por lo que debe estar presente en cada una de las diferentes etapas educativas.
Hacer reflexionar al niño sobre lo que siente y cómo se siente le enseñará a aprender a identificar las diferentes emociones y a gestionarlas, ayudándose de un proceso de autorregulación personal.
Enseñarles a empatizar con los sentimientos de los otros e implicarse en la alegría o en el consuelo. En definitiva en el acompañamiento de las emociones de los demás y las propias será un logro personal muy importante.
La educación emocional es algo tan natural que se inicia desde el momento del nacimiento y acompaña a la persona a lo largo de toda su vida.
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Verónica García Notario_Directora Escuela Infantil Delphos
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