
Educación emocional (Parte 1)
La persona muestra emociones desde su nacimiento, pero inicialmente no las reconoce.
Vamos a hacer un resumen del proceso de desarrollo emocional del niño hasta los 3 años y los hitos alcanzados progresivamente en este proceso y lo complementaremos con otras orientaciones sobre la educación emocional.
En el mismo momento en el que nace el niño muestra la primera emoción (mostrará indicios de su temperamento, que es la parte heredada de la personalidad, aunque más tarde definirá el carácter), siendo ésta la forma de poder comunicarse con su interlocutor principal, su madre. Podemos afirmar, por tanto, que existe una interconexión directa entre la emoción del llanto y el inicio de la comunicación verbal que llegará en su momento.
La educación emocional comienza desde los primeros abrazos, besos, palabras y miradas.
Las conductas emotivas del recién nacido se manifiestan como una excitación general debido a la fuerte estimulación con la que se encuentra nada más nacer. El niño muestra en esa excitación placer (cuando se encuentra en brazos, cuando mama o toma su biberón o simplemente duerme) y desagrado (se encuentra incómodo porque está sucio, porque tiene hambre, porque le molesta o le duele algo).
El desarrollo emocional es uno de los elementos imprescindibles para un adecuado equilibrio en la salud mental de esa persona.
El desarrollo emotivo, cognitivo y social se encuentran íntimamente relacionados y, además, la emoción del niño conforme va creciendo en edad y en desarrollo cognitivo, se va haciendo infinitamente más compleja, tanto que a muchos padres les cuesta un sufrimiento enorme no comprender comportamientos que por proceso evolutivo son normales.
El niño construirá su identidad, autoestima, seguridad, confianza en sí mismo y en los que le rodean mediante el desarrollo emocional. También se identificará con sus iguales como un ser diferente y único.
Conforme avanza en edad, y si su desarrollo cognitivo y emocional se encuentra dentro de lo normal, el niño comenzará, de forma progresiva, a distinguir las diferentes emociones, las identificará, será capaz de manejarlas, expresarlas y llegar a controlarlas, siempre que haya crecido en un ambiente que le haya ayudado a gestionar todo ese proceso tan complicado. El niño es consciente de algunas situaciones, pero habitualmente se producen situaciones inconscientes que no sabe manejar porque “no las reconoce”.
Los progenitores se sentirán más tranquilos y se mostrarán más comprensivos si conocen los hitos de la persona en ese desarrollo emocional: qué es esperable y qué necesidades emocionales presentará.
Hasta los 3 años, debemos acompañarlo, observarlo, respetar el tiempo que el niño necesita para salir “de ese bucle” que tanto cuesta entender y que nos genera un sufrimiento enorme como padres.
El hecho de que un niño no presente esas emociones tan dispares, que son normales, nos permite ponernos en alerta y adelantarnos a posibles problemas en el desarrollo e intervenir rápida y eficazmente lo antes posible.
- 3 primeros meses: Tiene reacciones emocionales muy exageradas que en breve pasarán a convertirse en elementos de comunicación con intencionalidad. El niño siempre obtiene una respuesta a sus gritos o llanto.
- 4 – 5 meses: Reconoce y responde a caras conocidas. Distingue la cara de alegría, tristeza o enfado, e incluso es capaz de imitarlas. Aparece la rabia y el disgusto.
- 6 -7 meses: Comienza a presentar miedo ante los extraños y reacciona con cierta tensión y ansiedad cuando observa que se le separa de su persona de referencia (vínculo afectivo básico).
- A partir de los 8 meses: Comienzan a tener sentido de la broma. Ofrecen y retiran algo “como engañando al adulto”, lo que les produce risa y alegría.
- A los 9 meses: Es capaz de expresar con facilidad su alegría o su disgusto, e incluso su enfado, y mostrarse rabioso. Distingue si el adulto está contento o enfadado y reacciona de forma diferenciada.
- 7 – 10 meses: Aparece formalmente la ansiedad por separación. Uno de los primeros problemas emocionales que tiene que afrontar.
- 12 meses: Capta la información que le ofrece el adulto. Una expresión emocional nuestra animará o inhibirá la conducta curiosa, exploratoria y social del bebé.
Cuando el niño a su alrededor tiene un ambiente apropiado (distendido, alegre, etc.) tiende a jugar mucho más, a explorar, a investigar, y se sentirá seguro en su medio, expresando poco a poco sus necesidades y produciéndose un adecuado intercambio afectivo.
El primer lenguaje será a través de su cuerpo (no verbal). Progresivamente logra que sus emociones vayan cambiando y diversificándose, expresándolas corporalmente a través del tono muscular y de la tensión. El niño necesita sentirse querido.
- 13 a 18 meses: El niño comienza a mostrar cariño hacia los que le rodean. Abraza, da besos, se recuesta, etc. En definitiva, comienza a explorar todas esas sensaciones agradables que obtiene con el contacto físico con otra persona. Le gusta que le digan cosas bonitas, que le aplaudan, le bailen, la canten, etc. Repite cada movimiento y acción (imita)
- No todo es fantástico. Mostrará expresiones obstinadas y tercas, demandará atención exclusiva y, cuando se muestre enfadado, golpeará, arrojará cosas e incluso podría levantar la mano a la persona vincular o a él mismo.
- 15 meses: Aparecen los celos. No quiere que nadie toque a su figura vincular más importante, enfadándose y llorando. Es una época narcisista pura y dura. Experimenta sentimientos de ansiedad, tiene gran confianza en sí mismo (se crece ante los adultos) y muestra orgullo y bastante frustración. Tan pronto no se despega de ti como no quiere saber nada. Es el momento en el que puede desarrollar el miedo frente a cualquier situación, como por ejemplo no quererse dormir porque se siente inseguro, por lo que puede tener un periodo de regresión y comportarse como un auténtico bebé.
- Atender sus necesidades emocionales es clave, por lo que hay que dedicar el tiempo que precise a ese contacto físico tan necesario e importante que se ha comentado antes: abrazos, besos, caricias, susurros, etc. De esta manera aprenderá a expresar sus emociones por imitación.
- 19 a 24 meses: Una etapa complicada y de difícil manejo para los padres. Desean independencia y autonomía, que choca con la dependencia que aún tiene del adulto. Esta situación genera tensión, conflicto y frustración en padres e hijo.
- Supera el narcisismo y entra en un egocentrismo fuertemente marcado.
- Todo lo que demanda debe ser inmediato. Hay que ir enseñándole progresivamente a esperar, lo que provoca mucho llanto y gritos.
- Quiere menos mimos, te retira cuando cree que ya ha recibido suficientes, por lo que se muestra menos cariñoso y eso preocupa a los padres.
- Comienza a tener conciencia de lo que es suyo y “no quiere” que lo toques por lo que los líos son muy frecuentes.
- Es momento de probar al adulto. Tratará de poner a prueba la paciencia de forma frecuente con todos sus límites.
- Quiere hacer todo solo. Es el camino hacia su independencia. Comienza a ser consciente de que es un ser diferente de sus padres, lo que le lleva a tener que pelear para conseguir lo que pretende, ya que en muchas ocasiones se encuentra con el “no”.
- Se agudiza sorprendentemente la ansiedad por separación: Había dejado de llorar cuando se iba con otra persona y ahora vuelve a llorar. Es un estado emocional muy confuso para el niño. Su propia rabia, los movimientos bruscos, chillidos y el llanto inconsolable le acaban generando más miedo a él que a los adultos.
El adulto, si se muestra positivo y tranquilo, le transmitirá al niños la seguridad que en ese momento tan complicado necesita. Esas pataletas y rabietas incontroladas provienen de la confusión interior y sólo él la puede resolver, no se atendrá a razones ni a palabras de cariño. Es una lucha interior entre la dependencia de su persona vincular y la independencia que él quiere en ese momento. Se consolará sólo.
Necesita explorar los límites y hasta dónde puede llegar su poder de manipulación y control parental, ya que es una manera de conocer y establecer la fortaleza de los padres: “Si cuando la monto no ocasiona reacción ¿para que repetirlo?”.
Un niño manipulador mantiene siempre comprometidos a sus padres. Aparece el “no” permanente, todo es no y no. Cualquier indicación o solicitud será recibida con una declarada negatividad para la que debemos estar preparados y entender que esa conducta del niño es normal, porque el niño sólo está probando sus límites.
- 24 meses: Se produce un cambio importante. Se vuelven expertos en consolar si consideran que hay alguien triste pero también se vuelven expertos en fastidiar a todo el que les rodea de forma deliberada. Identifican cómo desencadenar un estado emocional en otra persona o frenarlo.
- Bastantes niños no muestran compasión por falta de empatía.
- Los niños maltratados no suelen mostrar interés por un niño afligido, pero sí pueden mostrar más hostilidad hacia él.
- El niño se comunica a través de su cuerpo: empuja, muerde, da patadas… necesita hacer eso porque no es capaz de expresar de modo adecuado sus sentimientos. Tiene la necesidad de expresar su angustia o su necesidad de límites.
- Debemos asegurar que la curiosidad natural no se vea frenada, siempre que no haya un peligro evidente para su progreso en autonomía.
- Los modelos más importantes en este momento son los padres.
- 24 a 36 meses: En esta etapa es necesario un “plus” de comprensión. Los niños pegan, a veces bastante, pero lo hacen de un modo más o menos involuntario. Suele ocurrir cuando se frustran.
- No quieren hacer daño real, pero tienen mucha fuerza y lo hacen. Si conocemos bien al niño, podemos predecir sus reacciones y evitar problemas.
- Ellos mismos son capaces de predecir la reacción de los demás en función de su capacidad para imaginar.
- A medida que se acercan a los 3 años sus experiencias emocionales agravadas se van acortando y van siendo cada vez menos frecuentes.
- Es fundamental tener empatía con sus sentimientos e ir poco a poco enseñándole a controlar sus emociones, porque empezará a reconocerlas.
- Siguen exagerando las emociones negativas, pero su deseo de agradar es cada vez mayor, esforzándose por controlarse enseguida para evitar la desaprobación y recibir el elogio.
- Aparece una emoción nueva: la envidia. Comienzan a tener el sentido de pertenencia (“¡es mío!”) pero no tienen de momento por qué compartir. Lo irán haciendo y entendiendo muy pronto.
- La capacidad de manipular aumenta. Se vuelven muy cabezotas y están todo el tiempo probando a ver quien gana, “tú o yo”.
- A los padres se les plantea el dilema “Límites vs Independencia” (“¡hasta aquí hemos llegado!”).
- Hay que concederle cierto grado de poder.
- Enseñarle a que ponga nombre a sus emociones.
- Tenemos que ser modelos de la educación emocional. Pueden vernos también tristes y preocupados, no sólo contentos.
- Aparece el juego simbólico y a través de él descargan agresividad, enfados y tensión, pero también muestran la felicidad que sienten.
- No entiende las reglas, pero las respeta, porque vienen de sus personas de referencia y confianza, que son las que le transmiten seguridad.
- Se hacen los graciosos delante de los adultos, para bien o para mal. Ser el centro de atención les encanta y en ese caso el adulto debe saber cómo actuar (“río o no río la gracia”).
- Vuelven a aumentar los miedos. Cada día es más consciente del entorno y su desarrollo cognitivo le lleva a imaginar más allá de lo deseable.
- Se encuentran en un momento en el que pueden empezar a ocultar sentimientos, y esto no es bueno. Hay que intentar que manifiesten lo que les ocurre.
En conclusión, conocer el desarrollo emocional del niño nos va a dar la clave para evitar conflictos personales y familiares. En breve haremos una segunda publicación sobre este mismo tema.
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