
¿Cómo ayudar en su desarrollo a los niños emocionalmente intensos?
Lo primero que inevitablemente nos viene a la mente cuando se menciona este tema tan delicado es un pensamiento inmediato: los padres que tienen un hijo de estas características necesitan ayuda para aprender a gestionarlo y poder ser capaces de anticiparse a esos comportamientos tan intensos que hacen perder la paciencia al más templado.
Si todos los padres somos conscientes de que educar a los hijos es muy difícil, lo es mucho más para quienes tienen que gestionar el proceso educativo de un niño con estas características.
Para las familias a las que les ha tocado vivir esta experiencia “non grata”, además, no solo para ellos, la educación del pequeño se complica debido a la intensidad emocional y agotamiento mental que generan. ¿Qué es lo que estoy haciendo mal? es la pregunta más frecuente de estos progenitores que necesitan un acompañamiento profesional.
Características de los niños emocionalmente intensos
Las características de estos niños son las de cualquier otro niño, pero muy potenciadas.
- Por ejemplo, en el área emocional son niños que no gestionan la frustración, son muy extremos, tan pronto se ríen como lloran y gritan (labilidad emocional), y habitualmente se muestran malhumorados y cabezotas. Son muy perseverantes en sus ideas, no suelen entrar en razón, no escuchan y, en ocasiones, se muestran agresivos con los demás o con ellos mismos.
- En el área motriz gruesa suelen ser buenos, de movimientos ágiles y certeros. Son niños que no paran, muy activos, inquietos y que generalmente demuestran un alto nivel de ansiedad.
- En el área motriz fina suelen manipular bien, pero no se centran. Su atención es dispersa, se cansan enseguida y pasan a hacer otra cosa, por lo que en estos casos conviene que no tengan excesivos juguetes a su alrededor (pocos o muy pocos es mejor que muchos).
- Su nivel perceptivo suele ser muy alto. Se dan cuenta de todo, hasta de los detalles más insignificantes. Son muy conscientes del estado de ánimo de las personas que les rodean y suelen mostrar empatía con las emociones de los otros.
- Los cambios son muy mal aceptados, por lo que resulta muy impredecible saber cómo van a reaccionar cuando los sacamos de su ritmo normal.
- Muestran mucha sensibilidad al entorno en general. Tienen una alta sensibilidad a los ruidos (se pueden tapar las orejas, ponerse a gritar o tirarse al suelo cuando los oyen). También a los olores y sabores, llegando a producirles malestar cuando no los aguantan, incluyo llantos y vomitonas, bien porque tienen la emoción del asco muy acentuada, bien por el disgusto desmedido que tienen en esas ocasiones.
- Los colores pueden irritarles e incomodarles, por lo que a veces sólo quieren vestirse con unos colores determinados, rechazando otros de facto.
- Presentan dificultades atencionales, debido a que no son capaces de procesar un solo estímulo, sino varios a la vez, lo que les produce dispersión y tensión emocional (estrés). Presentan tendencia a la sobresaturación y, en consecuencia, se produce una sobre activación.
Los padres de niños emocionalmente muy intensos evitan, en muchas ocasiones, las relaciones sociales porque, según sus palabras, “se portan fatal”, se muestran maleducados, rebeldes, no obedecen y se resisten a hacer lo que les pedimos, mostrando rabietas muy intensas, ya que sus procesos de autorregulación, tanto conductual como emocional, son nulos.
Estos niños superan a la media en todo: en movimiento, en inquietud, en energía, en sensibilidad, en extremos emocionales y, también, en perseverancia. Manifiestan problemas con los cambios, les molestan los ruidos y las luces, son impredecibles en muchos aspectos, como en percepción y en distracciones, y manifiestan altos niveles de ansiedad.
¿Qué necesitan estos niños?
Estos niños necesitan un modelo de crianza diferente, ya que las familias necesitan que se las ayude a practicar la apertura de mente, a trabajar la paciencia y la escucha activa y a aprender a esperar a que finalice una rabieta sin entrar en debate con ellos para no producir más tensión de la que ya existe.
Estos niños responden mejor a un modelo de educación cariñoso, afable, comprensivo, paciente y comunicativo. Es necesario practicar el respeto al niño siendo positivos, pero no permitiéndoles sobrepasar las normas y los límites que se han establecido en la familia, porque eso no significa respetar al niño, sino fomentar sus problemas. Hay que atender todas sus necesidades básicas, pero no podemos olvidarnos de que nosotros, como padres, también tenemos las nuestras, las cuales debemos vigilar para sentirnos bien y poder hacer frente a la intensidad tan desbordante de este tipo de niños.
Los padres deben intentar mantener la tranquilidad. Somos plenamente conscientes de que esto es muy fácil aconsejarlo desde fuera del ambiente en cuestión, pero muy difícil de llevarlo a la práctica, por lo que el asesoramiento y apoyo profesional es absolutamente necesario.
Es muy importante que los padres hagan oídos sordos a los consejos inexpertos de todos los que opinan pero no conocen nada sobre este tema, aunque sean del entorno familiar, porque se basan en premisas generalizadas fundadas en lo que entiende la sociedad por “buena educación”. Lo único que dichas opiniones generan en estas familias es un ambiente doméstico mucho más tenso todavía y difícil de gestionar, ya que son niños que reclaman continuamente atención y, generalmente, contacto físico. Como son niños bastante activos, no se les puede perder ni un segundo de vista, es muy difícil acertar con lo que quieren y satisfacer sus demandas, muestran hipersensibilidad y no son capaces de calmarse ellos solos.
Los progenitores de estos niños suelen estar muy cansados, intranquilos, con muchas dudas sobre su modelo educativo y ser incapaces de controlarse en muchas ocasiones, por lo que suelen tener un sentimiento de culpabilidad que no les corresponde.
¿Cómo podemos ayudar a sobrellevar esta situación tan complicada en la familia?
- Hay que establecer límites y normas que el niño no debe sobrepasar. Eso se logra con coherencia familiar, si todos vamos en la misma dirección y actuamos de forma muy similar.
- Tener rutinas y ritmos con el niño lo más estructurados posible.
- Aceptar la situación que tenemos, lo que implica aceptar a nuestro hijo tal y como es, con sus defectos, pero también con sus muchas virtudes. Su temperamento es así y, por tanto, no va a cambiar por mucho que nos empeñemos, por lo que habrá que aprender a tratarle con paciencia y mucho cariño.
- Empatizar con sus problemas y fomentar las relaciones sociales para que pueda comunicarse y expresarse en ambientes y lugares diferentes a su entorno más próximo. Perder el “miedo al qué dirán”.
- Identificar y analizar qué es lo que desencadena ese malestar tan intenso y sus reacciones negativas. Apuntarlas, tanto la causa como la reacción, nos ayudará a realizar un seguimiento exhaustivo que nos permitirá anticipar el problema y ponerle solución antes de que llegue.
- Informar al entorno familiar para que todos conozcan cómo reaccionar y actuar con el niño.
¿Qué consejos podemos dar a estas familias que viven la intensidad del niño de forma desmedida?
- Estar pendientes de las reacciones del niño. Hacer que se sientan acompañados en todo momento en un ambiente de serenidad y tranquilidad.
- Evitar ir a lugares muy concurridos, en los que haya mucho ruido o luces que cambien de forma intermitente, porque les puede producir una estimulación cerebral muy importante.
- Invitarles a descansar ya que son niños que, debido a sus problemas de intensidad, se agotan y necesitan probablemente más tiempo de descanso que sus iguales. El descanso permite relajar no sólo el cuerpo, sino también la mente, y, por tanto, los niveles de ansiedad.
- Respetar sus ritmos biológicos e intentar adaptarse a ellos.
- Trabajar todo aquello que potencie su bienestar y facilite la tranquilidad del niño.
- No darle pantallas, porque producen una altísima estimulación cerebral, y, aunque son malas para todos los niños, en estos casos deberían ser excluidas en su totalidad.
- Procurar tener el mínimo número de juguetes a su alcance para favorecer el nivel de atención y evitar, en la medida de lo posible, la dispersión.
- Potenciar la adaptación a los distintos medios y entornos y fomentar su autoaceptación tal y como es, con sus defectos, pero a su vez recordándole todo lo bueno que tiene.
- Empatizar con el niño y practicar la escucha activa invitándoles a conversar.
- Cuando explote, acompañarlo, evitar hacer comentarios, no dejarle sólo en ningún momento, que sienta que nos tiene cerca, evitar agresiones hacia los demás y, por supuesto, las autoagresiones si las hubiera, haciendo que tenga tos los medios posibles a su alcance para canalizar ese problema que tiene.
Estos niños emocionalmente tan intensos, de alta demanda (término que utilizó por primera vez el pediatra estadounidense William Sears) y que desbordan a sus progenitores, necesitan hacer deporte, preferiblemente de equipo, para aprender a relacionarse con otros y controlar la frustración. Hay que fomentar su independencia y responsabilidad, facilitar su comunicación, establecer con ellos las normas y los límites de forma clara y concisa, respetar sus rutinas y ritmos diarios y enseñarles a reconocer sus emociones básicas.
Estos niños, en bastantes ocasiones, son identificados como Niños Altamente Sensibles (NAS) y necesitan un altísimo nivel de comprensión por parte de todo su entorno.
En definitiva, cuando los padres entienden qué le pasa a su hijo y aprenden a gestionarlo, su actitud cambia, lo cual favorecerá el desarrollo del niño y mejorará su nivel de intensidad. Como ya sabemos, “la paciencia es virtud de padre y madre”. Lo que resulta evidente es que, al ser un rasgo temperamental, en mayor o menor grado, tendrá que convivir con él toda su vida.
Verónica García Notario, Directora de la Escuela Infantil Delphos
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