
¿Agresividad infantil?
Un niño puede mostrar comportamientos agresivos, esto es, mostrar tendencia a causar daño físico o psicológico con las palabras o gestos que utiliza con los otros.
Violencia y agresividad no es lo mismo porque una persona agresiva hace referencia a una forma de ser que puede derivar en acciones violentas, mientras que la violencia es causar daño conscientemente al otro.
Casi todos los niños pasan por la etapa de la agresividad que suele ser breve y pasajera, aunque realmente incómoda, por lo que hay que saber gestionarla de la mejor manera posible y sobre todo con mucho cariño y paciencia ya que esta etapa es muy importante en el desarrollo de la personalidad del niño.
Es necesario encontrar el equilibrio necesario y evitar los castigos y prohibiciones para lograr que el niño se sienta cada vez más autónomo.
Generalmente la agresividad en el niño es la consecuencia de no ser capaces de gestionar la frustración. Esa agresividad se manifiesta de forma combativa, destruyendo cosas, mostrándose muy irritable, desafiando a la autoridad paterna y llamando la atención.
Normalmente la agresión verbal no aparece antes de los 4 años.
La agresividad aparece en los niños por diferentes causas. Entre ellas podemos destacar:
- Baja tolerancia a la frustración. Ocurre cuando sus deseos no son satisfechos y suele deberse, normalmente, a un exceso de sobreprotección.
- Cuando el niño tiene mucho temperamento, algo que viene dado de forma innata en esa persona.
- Un apego inseguro, lo que le lleva a tener una existencia insegura: separación de los padres, cambios de domicilio, de colegio, etc.
- Una afectividad poco desarrollada: poca dedicación a los niños, niños cuidados por otras personas que no son sus padres, celos de hermanos, separaciones familiares…
- Falta de límites: rabietas, aprendizajes inadecuados y cesiones indebidas.
No hay que olvidar que la agresividad también se aprende si en el ámbito familiar o cercano al niño existen gritos, discusiones o incluso algún que otro golpe descontrolado en un momento determinado. El niño, como gran imitador que es, acabará haciendo lo mismo y regañará a los muñecos, a sus iguales e incluso a los adultos. Los niños interiorizan y reproducen lo que ven y lo que oyen.
Los niños se encuentran en una situación complicada en términos sociales, porque están inmersos en un mundo de prisas, de tensión, de ansiedad y en una educación que, en definitiva, es competitiva a pesar de que esté basada en la igualdad, y todo ello favorece la aparición de conductas agresivas.
Es muy importante ser muy cuidadosos con lo que ponemos delante de los ojos de nuestros niños ya que, aunque parezca extraño, los dibujos animados llevan una carga agresiva muy importante y mucha de ella es verbal. Hay que evitar que los dibujos de la televisión se conviertan en canguros para que nos dejen tranquilos un ratito o un buen rato.
¿Cuándo debemos pedir ayuda a un especialista?
Sobre todo, cuando el niño se muestra agresivo consigo mismo o presenta obsesión porque cualquier acto o mensaje de los otros lo ve como una provocación hacia la propia persona y tiene manifestaciones de agresividad de forma explosiva y sin control.
Cuando ocurra esto debemos actuar retirando al niño a un lugar aislado. Permitiremos que se desahogue y le reforzaremos todas las conductas positivas, haciéndole ver que con esa enorme rabieta no va a conseguir nada.
Debemos ser firmes y cariñosos, sacarlos a hacer mucho ejercicio físico para que canalicen su agresividad, por ejemplo, con una pelota, y no hay que permitirles que se salgan con la suya ni darles los caprichos que pidan.
Es importantísimo, para lograr cierta docilidad en estos niños, crear un ambiente en el que se sientan queridos y aceptados, sin excesiva protección y marcando una autoridad adecuada, felicitándoles por todas las cosas buenas que hagan, por sus logros y sus actuaciones positivas.
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