
Uno más en la familia
Mis papás me han dicho: ¡vas a tener un hermanito!
Es bastante lógico pensar que el deseo de la persona es ser único (porque lo somos) y exclusivos, por lo que desde los primeros años de vida exigimos el amor incondicional de nuestros progenitores.
Cuando nace otro bebé en la familia suele ocurrir que aparezcan los celos.
Según el Diccionario de la Real Academia Española, los celos son una desagradable sensación que nos produce todo lo que nos estorba o trata de desbaratar nuestros esfuerzos para mantener la posesión única de un objeto querido (ya sea persona, posesiones o posición).
Los celos poseen rasgos positivos y negativos. Los celos son normales cuando cambia una situación, como es por ejemplo la que nos ocupa, tener un hermano, pero si esos celos se convierten en permanentes, tenemos un problema importante porque desgastan la relación afectiva y aparecen muchos reproches hacia ese ser querido.
Los celos positivos se manifiestan con la retención de pensamientos buenos hacia el hermano nacido porque ya no está solo y alguien más ocupa el interés de sus padres, pero no generan daño emocional ni tampoco en la relación fraternal.
Los celos negativos (celotipia) generan pensamientos que pueden llegar a ser destructivos y se basan en la creencia de que uno tiene más derechos que el otro.
El niño celoso se encuentra inseguro y en ocasiones amenazado, se siente desplazado y sus celos se convierten en una fuente de verdadero sufrimiento porque considera que todo el amor debe ser exclusivamente para él y no lo puede compartir con nadie, ni siquiera con ese hermano que se vive como un rival.
Por tanto, los celos son una emoción negativa que hace sufrir a la persona porque de repente siente a esa persona o personas de apego distanciadas y centradas en otra personita que en muchas situaciones le ha suplantado y con la que tiene que compartir ese cariño que antes disfrutaba él solito.
Los padres debemos estar preparados para lo que nos pueda venir con el primer hijo y tenemos que escucharle y permitir que exprese su malestar en voz alta, con el fin de evitar los posibles resentimientos y temores que después pueden llegar a ser más peligrosos.
Si el niño se expresa es mucho mejor, porque manifiesta abiertamente una clara rivalidad y podemos reorientar esos sentimientos, con lo que el niño se dará cuenta de que puede confiar, ya que estamos reequilibrando su ansiedad y su desconfianza, por lo que lo más probable es que este malestar no dure mucho tiempo.
Cuando los celos se convierten en algo patológico y llevan a hacer daño al bebé nos encontramos en una situación muy delicada: Pellizcan, tiran del pelo, le pegan, pueden morderlo, etc. También puede ocurrir que la hostilidad y el enfado se dirija hacia la madre: dejan de comer, dan patadas a la madre, la pegan, le quieren arrancar al niño, no deja que lo cojan, la chillan, tienen regresiones en sus hábitos, como volver a querer ser pequeños: (coger el biberón, querer mamar, usar chupete o, incluso, volver a hablar mal).
Puede ocurrir también que las hostilidades se dirijan hacia sí mismos y prefieren hacer que no están y pasar desapercibidos: dejan de hablar, juegan solos e incluso dejan de comer, pero sin protestar. Siente que sus padres ahora le quieren menos, y los demás también. Todos se centran en lo bonito que es el pequeño.
En algunos casos manifestarán dolor de tripa, de cabeza e incluso vomitará para sentirse atendidos y de esta manera desplazar al pequeño.
Antes de que venga el hermanito podemos identificar si nuestro hijo tendrá celos, porque son personitas que cumplen más o menos el mismo patrón:
- Suelen ser niños estresados.
- En muchas ocasiones muestran ansiedad ante la separación.
Por tanto, antes de la llegada del bebé tenemos que preparar a nuestro hijo para hacerle entender, a su nivel, que lo que viene es también importante y que habrá que quererlo y cuidarlo. De esta manera probablemente evitaremos algunos de los comportamientos que describimos a continuación, ya que una vez que ha nacido el bebé continuarán manifestando las dos características anteriores, a las que se pueden sumar las siguientes:
- Angustia y agobio, que sólo desaparece al separar a su rival y poder acercarse a sus progenitores.
- Observa constantemente todos los movimientos que se hacen con el pequeño.
- Coge los objetos del bebé y los hace suyos.
- Muestra conductas de incordio hacia el pequeño: lo despierta, le quita el chupete, lo pellizca, le tira objetos, le chilla.
- Coge rabietas enormes muy difíciles de controlar.
- Muestra mucha falta de interés e indiferencia y presenta conductas regresivas.
- Se vuelven desobedientes y oposicionistas.
- No quiere participar en los eventos familiares ni en la vida diaria con los padres.
- Somatiza enfermedades.
- Llamadas de atención, por ejemplo, con llantos continuos sin motivo.
- Se muestra inapetente y puede tener alteraciones del sueño.
No hay que perder de vista a ninguno de los dos ni un segundo, porque un niño celoso puede manifestar hacia el bebé tanto cariño que le haga daño, o rechazo, y eso hay que intentar cortarlo lo antes posible con mucho amor y buenas palabras.
La única receta es: ¡Mucho ánimo y mucha paciencia! Y a por otro….
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