
Preparando la Navidad
¿Qué es lo mejor para nuestros hijos?
Consumir por consumir es un auténtico error y no hace falta ser profesional ni de la educación, ni de la psicología ni de la medicina para saber que cuanto más tienen los niños, menos disfrutan de todo.
Con la pandemia, el nivel de juguetes en la escuela infantil se ha reducido en un 80 por ciento pero se han aumentado las estancias en los patios en un 90 por ciento, y solamente no salimos a ellos cuando llueve o están muy muy mojados.
Se ha intensificado el correr, el saltar y el interaccionar todo el tiempo con pautas dirigidas hacia el juego tradicional, que es probablemente uno de lo que más permite incrementar un desarrollo adecuado y positivo en todas las áreas de la persona: cognitiva, motriz, sensorial, social y emocional.
A los adultos nos parece que si el niño “no recibe regalos” se va a caer el mundo. Sin embargo, es todo lo contrario. Un niño que en su casa tiene lo justo, desarrollará capacidades creativas que de otro modo no haría con objetos comprados, por mucho que nos los vendan como educativos.
Cuando los niños ven algo que les gusta y se encaprichan, lo piden y se lo compramos. Si llega un día en que, por el motivo que sea, nos pide un objeto y le decimos que “no”, ¿qué es lo que ocurre?: que monta tal pataleta que, o se tiene mucha capacidad de aguante y coherencia, o acabamos cediendo al capricho del niño.
¿No son demasiadas cosas?Los profesionales lo han descrito como el “Síndrome del Niño Hiperregalado”.
Se produce una sobreestimulación que a su vez produce mucho estrés en el niño: coge uno, lo tira, coge otro, lo tira, coge el octavo y lo tira… y así sucesivamente, por lo que todos esos cientos de juguetes quedan finalmente archivados en estanterías o cubos y finalmente acaban en el contenedor “porque no cabemos en casa”.
En la escuela los niños se encuentran todo el día entretenidos y no están llenos de trastos, se tienen a ellos mismos, a sus iguales y a sus maestros con los que interaccionan, leen un cuento todos juntos, practican juegos en silencio que ayudan a pensar y, además, con el criterio de que “no se obliga a hacer a ninguno lo que no quiere”. Se les ofrece la libertad necesaria y su espacio para que sean ellos los que decidan qué quieren hacer y en muchos casos, a veces deciden simplemente observar lo que hacen los otros niños.
La sobreestimulación genera estados de tensión por un lado y de apatía por otro. ¿No habéis observado que no saben ni lo que quieren? Están tan dispersos y ocupados, pendientes de tantas cosas y de tanta información que les viene de diferentes medios que al final pierden el asombro y la emoción.
Recibir, recibir, recibir, pero… ¿Por qué no dan? Porque hacemos a los niños muy egoístas: esto es para ti, mira lo que tienes aquí, mira lo que te ha traído la abuela, ¡hoy tienes un regalito!, ¡hoy vamos a comprarte algo!, y así millones de veces.
“Yo, mi, me, conmigo”. Mucho egoísmo es lo que estamos favoreciendo con tantos y tantos trastos, porque ya no les llamo ni siquiera juguetes.
Se está dando mucha más importancia a lo material (cuánto tienes) que a lo personal (cuánto vales y cuantas cosas eres capaz de hacer).
Uno de los objetivos en la etapa de infantil es adquirir una imagen de uno mismo ajustada y positiva por lo que debido a la pérdida de ilusión porque ya no saben ni qué coger para jugar y a la falta de atención porque la tienen dispersa entre mil trastos los niños acaban dando importancia a lo que tienen pero no dan importancia a lo que son: personas.
Un regalo humano es ir a visitar a los abuelos, a los primos, a los amigos. Probablemente la acción humana es mucho más satisfactoria que intentar que jueguen con un puzzle o vean YouTube.
Un regalo humano es irse a pasear con ellos, ponerse a jugar en el suelo, y aunque no haga falta que sea con nada, puede haber algún material por medio.
Un regalo humano es hacer un regalo a otra persona que necesita algo: ir a comprar comida para otro niño que lo necesita porque no tiene.
Un regalo muy grande es permitirles hacer lo que quieren y no decirles lo que tienen que hacer, ni lo que tienen que escuchar, ni lo que tienen que ver.
Es fundamental no interrumpirles en su actividad ordinaria cuando juegan con algo que aparentemente es insignificante para nosotros y ni siquiera preguntar qué están haciendo.
Casi siempre lo más bonito es observar qué hacen, cómo lo hacen y por qué lo hacen y por supuesto, con qué lo están haciendo. Por tanto ¿es necesario comprar y comprar juguetes varios que se van a quedar nuevos y sin apenas darle uso?.
Los niños que tienen tanto no valoran lo que cuestan las cosas y se convertirán en adolescentes y posteriormente adultos exigentes y sin capacidad de frustración: inconformistas, siempre querrán más y más.
Se debe explicar que en las Fiestas de Navidad todos tendremos un regalo que disfrutaremos y compartiremos para que, de esa manera, todos tengamos a su vez varios regalos.
Los niños “no están capacitados” para elegir entre toda esa infinita oferta de productos que se publican en las revistas o aparecen en la exposiciones de las tiendas.
Ir con ellos a ver el regalo de Navidad es agotaros a vosotros mismos y agotarle y acabar todos de mal humor. Dejad que fluya el factor sorpresa para todos y la fiesta será mucho más divertida.
Una cosa es lo que nos gusta a los adultos y las expectativas que nos montamos y otra muy diferente lo que el niño realmente va a disfrutar porque igual aquello que hemos comprado con tanta ilusión porque creemos que le va a encantar, una vez abierto, ni lo mira.
Para acertar en el regalo debemos ser muy observadores con su manipulación, con lo que verbaliza, con lo que más se entretiene y, por supuesto, que pueda usar sin peligro alguno, y de esa manera supla las necesidades afectivas que nos está demandando a través de su propio juego.
Los niños menores de dos años necesitan mucha manipulación que favorezca su desarrollo psicomotriz fino y grueso e imágenes que favorezcan el desarrollo y maduración del lenguaje.
Los niños entre 2 y 3 años disfrutan con construcciones, animales, juego simbólico en general y, por supuesto, hay que favorecer su amor por la lectura.
Os animamos a que en este periodo que falta hasta las fechas navideñas observéis a vuestros hijos para que el regalo que les hagáis sea un acierto porque en su elección haya imperado la observación y el sentido común.
Verónica García Notario. Grado Maestra Educación Infantil y Máster en Psicopedagogía, especialidad temprana.
Directora Escuela Infantil Delphos
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