
¡No me lo quites, que es mío!
¿Por qué no suelta ese objeto?
Cuando el niño nace se le ofrecen diferentes objetos para que se sienta seguro con algo cercano y que le haga sentirse acompañado, pero llega un momento en que ese objeto que nosotros mismos le hemos acercado y ofrecido se convierte en algo “que no suelta”, generando una preocupación en las familias. ¿No puede irse a la cama, a la calle o simplemente a jugar si no coge su muñeco, o su mantita, o cualquier otro objeto por el que tiene pasión?
El objeto de apego no es preocupante, es algo que se encuentra dentro de la absoluta normalidad en el periodo de crecimiento y desarrollo del niño. Igual que lo cogen, lo sueltan cuando menos te lo esperas.
Por ejemplo, los primeros días de escolarización es muy frecuente ver que los niños traen algo cercano de casa que les va a ayudar a suplir la figura de los progenitores. Son ellos mismos los que eligen ese objeto que les va a proporcionar seguridad y que se va a convertir en algo muy querido, formando parte de las personas que le rodean.
Los niños comienzan a encariñarse con ese objeto, de tal forma que comienza a aparecer el apego hacia él, convirtiéndose en algo imprescindible para ellos.
Ese objeto de apego es el puente hacia papá y mamá y es su fuente de seguridad y valentía y permanece hasta que el niño va creciendo y lo abandona de la misma forma que se aferró a él.
El apego a un objeto no siempre refleja un niño tímido o inseguro, pero en algunos casos sí es reflejo de ello, por lo que no debemos dejar de prestar especial atención al comportamiento y relación que mantiene con este objeto.
Los niños necesitan pasar por esta fase durante los primeros años de vida y no hay que cortarla, hay que respetarla, porque ese objeto le permite consolarse en los momentos tristes, le ayuda a descansar y conciliar el sueño y le facilitar dar rienda suelta a su imaginación en un periodo en el que comienza el juego simbólico. Crecen y evolucionan juntos.
En algunos momentos ese objeto es necesario que esté ahí: vienen amigos que no conoce, nos cambiamos de casa, se queda con algún canguro, nos vamos de vacaciones, etc. Con él calma su ansiedad, incluso ante situaciones conflictivas que perfectamente pueden ocurrir dentro de casa.
No hace falta fomentar el cariño excesivo hacia ese objeto, pero tampoco se le debe tratar de forma despectiva en esos momentos en los que nos estorba como adultos, porque puede ocurrir que generemos reacciones de vergüenza o ridículo en nuestro propio hijo.
Es importante que el aspecto y todo lo que rodea a este objeto no nos afecte: si está sucio, debemos convencer al niño de que hay que bañarlo, como a él pero en la lavadora; si se pierde, hay que buscarlo a conciencia para que el niño perciba que lo que es importante para él también lo es para nosotros; tenemos que buscar un lugar dónde puede dejar el objeto para que se encuentre cómodo y no lo tenga continuamente encima, consensuado con el niño, y aceptar que eso compartirá nuestra vida durante un periodo más o menos largo de tiempo.
No debemos lavar su objeto sin que el niño lo sepa o buscar otro porque no aparece el suyo, porque no va a admitir ese cambio y se enfadará y mucho. Tampoco invitarle a que lo deje cuando nos vamos a pasear, a un restaurante o donde sea, u obligarlo a que se olvide de él porque eso ya es cosa de bebés.
Consejo: si vuestro hijo depende de ese objeto para muchas acciones a lo largo del día, compra dos más, por lo que pueda pasar, pero que sean idénticos. Así evitarás muchos disgustos.
Leave a Reply