
Miedos y fobias en los niños
El miedo es una emoción, una respuesta del instinto de supervivencia que se manifiesta con dos tipos de reacciones, una reacción fisiológica (por ejemplo, sudoración, frío, taquicardia o sensación de vómito) y una reacción psicológica (creación de fantasías).
Cuando los miedos son limitantes para el día a día, es necesario superarlos, tanto en el caso de los grandes como de los pequeños. La seguridad que el niño logra a través del cariño y la serenidad que le transmiten los mayores es fundamental en este proceso.
Los miedos.
En muchas ocasiones los miedos en los niños son transitorios. Los más importantes son:
- Miedo a la separación: miedo a perder a los seres queridos
- Miedo a la limpieza: miedo a colarse por la bañera o por el inodoro.
- Miedo a la oscuridad: falta de seguridad en un entorno oscuro.
- Miedo a la soledad: miedo por la sensación de no tener a nadie a su lado.
En muchos casos, los miedos son “educados”, es decir, se fomentan para evitar los malos comportamientos (por ejemplo, cuando logramos la obediencia nombrando algo o a alguien que asusta al niño).
El adulto debe ser consciente de sus propios miedos, porque es muy habitual que padres o familiares miedosos transmitan sus miedos al niño, generando, como consecuencia, la posibilidad de tener un niño miedoso.
Los miedos, sin embargo, también tienen una parte positiva: ayudan a desarrollar la capacidad de defensa y de la prudencia, y por qué no, de la humildad (porque hace tener consciencia de la fragilidad del ser humano).
Las fobias.
Éstas aparecen cuando el miedo no logra ser superado.
Las características de las fobias son:
- Son irracionales, no hay control de la inteligencia.
- No se pueden controlar voluntariamente.
- Son reacciones desproporcionadas respecto a la situación
- Provocan conductas de evitación de toda situación que pueda relacionarse con ese miedo.
- No tienen edad evolutiva: no son un estadio normal en el desarrollo ordinario de una persona.
Es muy importante fomentar la expresión de los temores. Los niños se sienten más seguros exteriorizando sus miedos, lo que nos permite a los padres tener la oportunidad de hacer al hijo realista y no temerario.
Si el estilo educativo se es muy rígido y con demasiadas exigencias, aparece en los hijos “el miedo a fallar”, con la consiguiente pérdida de autoestima.
Además, es muy importante que los padres desarrollen la prudencia necesaria a la hora de educar, de manera que proporcionen sólo la información necesaria para cada edad. No se deben anticipar cosas que no proceden.
Lo que no se debe hacer es:
- Dar poca importancia a los miedos. Hay que preguntar al hijo qué es lo que le da miedo y por qué, ayudarle a expresar sus temores.
- Sobreproteger. ¡¡Que te vas a caer!!, ¡¡Que te van a robar!!, ¡¡Cuidado con la gente mala!!, ¡¡Que te vas a quemar!!, etc.
- Rechazar al niño o amenazarle con abandonarlo o con cualquier otra cuestión que le produzca inseguridad.
- Tratar con compasión. Por ejemplo, si no le gusta una comida, hacerle otra (no se le sanciona cuando se lo merece y necesita que le pongan límites).
- Ridiculizar o castigar el hecho de tener miedo.
- Obligar a entrar en situaciones temidas. Involucrar al niño en los propios temores (vértigos, velocidad, etc.). Hay que dejar que el niño se mueva con espontaneidad y encuentre por sí mismo los límites a los que se tiene que ajustar.
Lo que se debe hacer es:
- Intentar que el niño tenga seguridad al niño en sí mismo, ayudándole con paciencia y ternura a vencer los miedos: tocando, acercándole con cuidado, haciéndole escuchar, etc.
- Elogiar sus logros. Sin exagerar, siempre con realismo y veracidad.
- Hacerle sentir siempre nuestro apoyo.
- Mostrar comprensión por sus temores. Hay que explicarle, de la forma más adaptada a su momento de desarrollo, que no pasa nada.
- Dar ejemplo, enfrentándose con él a los aparentes peligros. Por ejemplo, entrar en una habitación a oscuras o enfrentarse a un ruido.
- Dar oportunidades para vencer los miedos. Buscar intencionadamente ocasiones para repetir las conductas que vencen al miedo.
En la mayor parte de los casos, lo que hay que hacer lo dicta el propio sentido común.
Muchas veces, el hecho de tener que enfrentarse a la educación de un hijo es un gran momento para corregir los malos hábitos y de superarse. En los miedos, como en casi todo, es muy importante cultivar una realidad de familia como ámbito de amor seguro. Para ayudar al niño hay que estar serenos y descansados y esto sólo se consigue con mucho esfuerzo.
Miedos evolutivos más frecuentes.
EDAD |
Situaciones que provocan miedo o ansiedad |
0 – 6 meses |
Pérdida súbita de apoyo, ruidos fuertes, estímulos intensos. |
7 – 12 meses |
Los extraños, objetos que surgen súbita e inesperadamente. |
1 año |
Los extraños, separación de los padres, inodoro, heridas, alturas. |
2 años |
Múltiples situaciones, que incluyen: ruidos fuertes (aspiradoras, sirenas, tormentas, etc.), oscuridad, separación de los padres, objetos o máquinas grandes, cambios en el entorno personal, etc. |
3 – 6 años |
Máscaras, oscuridad, animales, separación de los padres, ruidos inesperados (incluyendo los nocturnos), “gente mala”, seres imaginarios (brujas, fantasmas, etc.), dormir o permanecer solos, lesiones o daños físicos. |
6 – 9 años |
Seres imaginarios, oscuridad, permanecer solos, miedos basados en sucesos informados por los medios de comunicación, daño físico, fracaso, ridículo. |
10 – 12 años |
Exámenes escolares, rendimiento académico (juicio de los demás, ridículo), accidentes o enfermedades (daño físico), muerte, aspecto físico, conflicto entre los padres. Decrecen: la oscuridad y las tormentas. |
12 – 18 años |
El rechazo de los iguales en las relaciones interpersonales, imagen corporal y pérdida de autoestima (qué decir, cómo comportarse, cómo expresarse, hacer el ridículo) |
Fuente: modificado de Morris y Kratochwill (1983). Se resaltan los más significativos de cada edad. |
Conclusión:
- Los miedos son comportamientos frecuentes en los niños ante determinadas cosas, objetos y situaciones.
- Puede considerarse normales ante la necesidad de autoprotección del individuo por los peligros que le amenazan.
- Hasta cierto punto, resulta beneficioso “mantener esta situación de miedo”, porque el cuerpo y la mente se encuentran en situación de alerta.
- La situación es problemática cuando el niño reacciona de modo exagerado e ilógico a miedos reales o imaginarios, como, por ejemplo:
- Hidrofobia: miedo al agua
- Zoofobia: miedo a los animales
- Nictofobia: miedo a la oscuridad
- Claustrofobia: miedo a los espacios cerrados
- Agorafobia: miedo a los espacios abiertos
- Xenofobia: miedo a lo desconocido
- La desensibilización sistemática ante situaciones leves de miedo es una de las técnicas más utilizadas. El trabajo consiste en hacer que el niño se enfrente de forma gradual a las situaciones que le dan miedo, asociando, a su vez, su objeto de miedo con emociones de tipo agradable.
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