
Grandes imitadores
Cuando llegan a cierta edad, nuestros pequeños trotamundos comienzan un periodo más o menos intenso de imitación del adulto. Se conoce como “juego simbólico”.
Ese proceso de imitación les va a facilitar la integración en sociedad ya que van a aprender las habilidades necesarias para desenvolverse en la misma.
La imitación comienza desde muy temprana edad: les enseñas la lengua y ellos la sacan, te tapas la cara con el juego del cucú tras y ellos imitan ese gesto, giramos las manos cantando una canción y enseguida ellos, al oír esa canción, imitan el movimiento, etc.
Enseguida empiezan a realizar acciones como tocar un tambor, llevarse algo al oído para hacer que hablan por teléfono, coger un objeto y realizar el ademán de peinarse, o solamente con la mano, indicando con ese gesto que es guapo.
Entre los 0 y 2 años la capacidad de imitación es progresiva y lo hacen, en primer lugar, a través del juego, haciéndolo más tarde a través del lenguaje.
La imitación lleva a la cognición, igual que si no hay control del cuerpo es complicado alcanzar algunos de los conceptos cognitivos que hemos establecido como objetivos a conseguir.
Todas las acciones rutinarias de buenos hábitos que se establecen con ellos para que poco a poco las interioricen procederán a reproducirlas en forma de imitación en momentos diversos del día.
Por tanto, hay que ser muy cuidadosos con lo que decimos, la forma en que lo decimos, con los gestos, con lo que hacemos y la forma en que se hace, con el trato que tenemos hacia el niño, etc. Todo eso ellos lo reproducirán de forma natural, y en un momento dado nos podemos ver insertos en un conflicto. Los niños, a su manera, lo cuentan todo.
A partir de los dos años, aunque puede darse antes (juego presimbólico), aparece lo que se denomina la imitación diferida, que es esa en la que el niño, para reproducir la acción, no necesita tener ni al adulto ni el objeto que se usa delante. Simplemente reproduce un comportamiento, una acción o utiliza objetos relacionados para ese juego compartido con la figura referente: sienta a los muñecos a su alrededor y realiza la asamblea, o les cuenta un cuento, o cambia pañales o incluso “les regaña”.
El niño imita al ausente, lo que significa que ha generado un modelo mental que difiere del significado que tenía originalmente de las acciones de imitación.
Conforme crece, el niño dota ese juego simbólico de mayor complejidad porque a partir de los 2 años, además de iniciar el juego en grupo, son capaces de llevar a cabo juegos de imitación de acciones del adulto.
Los juegos de imitación sentarán las bases para mejorar las habilidades del niño y sus capacidades, y gracias a ellos los pequeños evolucionarán hacia un juego mucho más complejo y difícil que es el que favorecerá, sin duda, todo el proceso de socialización: el juego simbólico.
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