
La exigencia es querer
Con ciertas conductas no favorecemos el desarrollo madurativo de nuestros hijos y lo único que logramos es obstaculizar su educación.
¿Tenemos que resolvérselo todo?
Los niños tienen que aprender a organizarse y a ser responsables. Cuando nos adelantamos a esas pequeñas o grandes cosas que ellos ya son capaces de hacer lo único que estamos consiguiendo es que no maduren, que no asuman responsabilidades ni crezcan como personas autónomas e independientes.
No podemos estar ahí continuamente, pero sí podemos enseñar de forma ordenada, supervisar y orientar.
¿Por qué no paras de hacer cosas con él?
Sobre estimular a nuestros hijos nunca ha sido el mejor camino educativo. ¿Por qué tenemos ese afán en que aprendan y aprendan, si todo llega? ¿Por qué no nos centramos en que sean ellos los que descubran y disfruten indagando, manipulando, resolviendo?
Cada persona nace con unas capacidades que debe descubrir y potenciar por sí misma y de forma progresiva, pero nunca con prisas.
Llenarlos de estímulos externos, hablarles sin parar, no parar de leerles cuentos, ponerles la televisión, la Tablet o el teléfono mucho antes de lo que deberían usarlo influirá en una evolución cognitiva más rápida, sin duda, pero en muchas ocasiones los efectos que produce toda esta sobre estimulación es totalmente contraproducente para nuestros hijos, porque puede derivar en falta de atención y concentración en un futuro no muy lejano.
La educación y el proceso de aprendizaje de la persona es un proceso a largo plazo. Para aprender, los niños necesitan que tengamos paciencia y sentirse apoyados, felicitarles si procede cuando lo hacen bien y animarlos a que vuelvan a hacer aquello en lo que aparentemente han fallado o pueda ser un fracaso para sus ojos.
Cuando fallamos, ese mal resultado nos sirve para rectificar, nos permite aprender y, cuando se intenta de nuevo, se aprende a valorar el esfuerzo de lo que cuesta aprender o hacer algo correctamente.
Hacerles todo, resolver todos sus problemas, no darles el tiempo que necesitan para terminar lo empezado puede acabar en personas vagas como consecuencia de la falta de madurez, de autonomía y de responsabilidad, y seguro que ninguno de nosotros queremos tener un hijo vago.
No debemos proyectarnos en nuestros hijos, porque las expectativas de lo que va a conseguir o no dependerá siempre de las capacidades de la persona y de la educación recibida en la familia y en el centro educativo entendido como complemento educativo junto a los padres.
Permitámosles que crezcan y se desarrollen como personas. Conozcamos, respetemos y potenciemos esas capacidades con las que han nacido nuestros tesoros y así todos seremos más felices.
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