
Adquisición de las virtudes humanas
Los niños deberían adquirir antes de los siete años las siguientes virtudes: Obediencia, Sinceridad, Justicia y Responsabilidad.
Las virtudes humanas, lo que actualmente conocemos como valores, se van adquiriendo conforme se produce el desarrollo emocional, cognitivo y social del niño. En este momento nos vamos a ocupar de las que se logran antes de los siete años si la educación en la familia es la adecuada para ello. Si en el entorno en el que el niño se mueve hay un trabajo conjunto por parte de todos, éste irá conociendo e interiorizando los valores correctos.
EL ORDEN
El orden es la primera virtud que adquiere la persona. Recogemos los juguetes, llevamos el pañal a la basura y la ropa al cubo de la ropa, colocamos el cojín al levantarnos del sofá, dejamos el cuento en la estantería de donde lo hemos cogido, ayudamos a poner y quitar la mesa, colocamos la fruta, etc.
LA OBEDICIENCIA
La obediencia no debe ser impuesta, debe convertirse en algo natural. El niño acepta las indicaciones del adulto, las de quien tiene y ejerce la autoridad, como decisiones propias. Por eso, siempre hay que explicarles las cosas con mucho cariño y de forma clara y comprensible para ellos y mirándolos a su altura cuando debe hacer algo que se le pide, por ejemplo, dar la mano al cruzar una calle, irse a la cama a su hora, comer despacio, etc.
Esta es una virtud complicada en la edad en la que nos encontramos porque los niños, al encontrarse en una etapa egocéntrica, retan al adulto y procuran hacer lo que ellos quieren. No gestionan la frustración, por lo que el tema “poner límites” es clave desde el momento del nacimiento del niño. Las consecuencias de los comportamientos indebidos en los que no se han puesto límites pueden ser muy graves en el futuro.
LA SINCERIDAD
La sinceridad. El niño no suele mentir porque no tiene esa picardía. Para el niño la verdad es lo natural, pero para lograr que el niño continúe diciendo la verdad y no mienta, no debes mentirle tú a él en ningún caso, ni tampoco el resto de las personas de su entorno. Si fuera necesario, se deben buscar estrategias para explicar aquellas situaciones incómodas que no nos hubiera gustado que el niño viera o hiciera. Como dice refranero español “con la verdad se va a todas partes”, “las mentiras tienen las patas muy cortas” y “Más vale ponerse una vez colorado que ciento morados”, todas ellas expresiones muy ciertas.
Debido a las malas experiencias previas, el niño buscará la manera de ocultar alguna trastada de la que es consciente que “eso no está bien”. Son pequeños, pero tienen muy claro lo que se puede y lo que no se puede hacer. Cuando esto ocurra, hay que procurar, en la medida de lo posible, no enfadarse con ellos y, de forma firme pero cariñosa, explicarles que lo que hay que hacer es decir la verdad y que no pasa nada siempre que reconozca los hechos. También es muy importante reforzar una buena conducta siempre que ocurra y cumplir con los límites que hemos marcado previamente, de forma que el niño sea consciente de que sus actos tienen consecuencias positivas o no tan positivas.
Reírles las gracias de esas travesuras no es prudente porque llegará el momento en que ya no nos haga tanta gracia, aparte de que pueden resultar peligrosas para la seguridad del niño e incómodas para nosotros como adultos.
LA JUSTICIA
La justicia. El niño es justo y sabe juzgar las acciones del adulto como tal, considerando si se ha actuado correctamente o ha sido “porque yo lo digo”, “porque somos tus padres” o, incluso, “porque no me da la gana”.
La persona justa es aquella que se esfuerza por dar a los demás lo que les es debido de acuerdo con el cumplimiento de sus deberes (obligaciones) y sus derechos.
La persona justa siempre escucha y valora todas las versiones, los actos y hechos ocurridos y, en función de eso, reflexiona para tomar medidas que solucionen los conflictos, por lo que los padres debemos reflexionar con los niños, consensuar con ellos por qué no se debe proceder así y buscar juntos la solución “justa” ante esa actuación.
Debemos proceder de la misma manera con nosotros mismos: si nos equivocamos, reconozcamos nuestro error y demos la razón al niño, pidiéndole disculpas. En este momento ponemos al descubierto la virtud de la humildad y la paciencia, que nos ayudan a soportar las molestias que se generan con serenidad, lo que nos permitirá “hacer justicia”.
LA RESPONSABILIDAD
La responsabilidad. Cuando el niño ha interiorizado una serie de virtudes (valores) puede actuar de una forma adecuada, con libertad y “responsabilidad”.
El niño asume las consecuencias de sus propios actos intencionados (buenos o no tan buenos) que son el resultado de las decisiones que toma por sí mismo o que acepta desde otros y actúa desde esa orden o indicación.
También asume la responsabilidad de los actos no intencionados, eximiendo a los demás de culpa de una acción suya.
Al niño se le debe educar, desde el momento en que sus capacidades se lo permiten, en autonomía y responsabilidad y, progresivamente y de forma ordenada, adquirirá los valores (o virtudes humanas) que son necesarios para una adecuada vida en familia y sociedad.
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