Mi hijo no come…
La comida resulta ser una de las preocupaciones más importantes de las familias. El niño tiene que comer sí o sí.
Desde nuestra experiencia profesional y avalados en la formación recibida por diferentes pediatras, congresos, cursos específicos y sobre todo poniendo al llamado sentido común por delante, los niños no tienen que comer siempre que a nosotros se nos ocurra y queremos dejar una reflexión: ¿Los adultos comemos si no tenemos hambre?.
Vamos a realizar un recorrido desde el inicio dela vida hasta edades tempranas pero algo más avanzadas.
Cuando un niño viene al mundo, al menos, los cuatro primeros meses de vida (actualmente son seis por el gran incremento de alergias alimentarias) los niños son en exclusiva lactantes bien lactancia natural o lactancia artificial y en ambas puede ocurrir un rechazo a la misma ¿por qué?.
En la lactancia natural la forma del pecho de la madre es muy importante: pezones invertidos o retraídos que le dificulte el agarre, un pecho demasiado voluminoso que le tape la nariz, los tirones de la madre por el dolor enorme que producen las grietas, una postura inadecuada, el exceso de tiempo empleado en comer que “se junta” con la toma siguiente, la alimentación de la madre que puede generar mal sabor de la leche e incluso las cremas que se dan en los pezones para curar las grietas si no están bien limpias…, en definitiva cuando un niño los primeros meses de vida come mal lactando naturalmente se debe generalmente a técnicas alimentarias incorrectas.
En la lactancia artificial, normalmente no es la marca de la leche la que influye en el mal comer de la criatura ya que todas ellas pasan unos controles muy exhaustivos por parte de las autoridades sanitarias por lo que al cambiar “de marca” porque no come no suele ser la solución más indicada a priori.
Si hay que distinguir los diferentes usos de la leche de iniciación para los primeros meses y la leche de continuación para cuando los niños han crecido un poco (generalmente a partir del 6º mes de vida).
Recordamos que la cantidad correcta a poner de leche maternizada es de 1 cacito raso y sin aplastar por cada 30 c.c de agua y si nos pasamos producimos en el niño malestar intestinal e incluso un exceso de sed del que quizá no nos percatemos y añadido a esto que podemos hacer daño al riñón del niño con ese exceso.
También puede ocurrir que se le ofrezca al bebé más cantidad que la que su cuerpecito admite y “siempre se deja” o incluso “la echa porque le sobra” y esto último puede generarle un ardor en el esófago que tampoco logremos identificar y por tanto un malestar real por el que rechaza la comida.
Hace unos años se le ofrecía la comida alternativa al bebé a partir del 4º mes y en la actualidad se hace cuando el niño cumple el 6º mes.
Se comienza con la fruta y verdura sin proteína complementando con el biberón o la lactancia e incluso se le comienzan a dar los cereales sin gluten en una o dos tomas pero en ocasiones la rutina que se les pauta no es la que ellos necesitan bien porque aún no han digerido y necesitan más tiempo o porque no les ha sentado bien y entonces…, “les ofrecemos más leche”.
Otro factor importante a tener en cuenta es que los niños pueden caer en la rutina del aburrimiento más absoluto: como exactamente lo mismo a las mismas horas y “ya no me apetece” por lo que hay que intentar ser creativo, buscar diferentes sabores y lograr que el niño disfrute con la comida y fomentar el deseo de comer.
La mayor parte de las veces, cuando un niño se niega a comer no suele ser un problema de su sistema digestivo si no que el problema reside en su cabecita, de hecho, “no comen en casa” pero “si comen en la Escuela”. ¿A qué se debe este comportamiento?
En cuantos hogares el momento de la comida del niño se convierte en un auténtico problema y genera crisis nerviosas. Se hace circo, se baila, se canta, se pone la televisión, se le deja la Tablet, se grita, se le fuerza, empleamos “todo el tiempo del mundo” para lograr que coma… pero el niño, sigue sin abrir la boca.
La escena se repite día si y día también y los padres entran en absoluta desesperación porque el niño “no va a crecer”, “no va a estar suficientemente nutrido” y de nuevo con el niño al pediatra a ver si le da algo para que coma.
Ese niño que se convierte en un aparente “monstruo” en las horas de las comidas sorprendentemente es perfecto el resto del día: juega, se ríe, disfruta, duerme…
El comer es una mera necesidad de nutrirse y no todos necesitamos la misma cantidad de aporte calórico y no todos producimos el mismo desgaste en nuestro cuerpo y también hay que entender que la cultura pesa mucho: ¿por qué hay que comer dos platos y un postre?. Reflexionemos.
Es cierto que el niño tiene necesidades energéticas más altas que el adulto pero siempre teniendo en cuenta su tamaño: peso y altura y por lo tanto no podemos pretender en ningún momento que coma la misma cantidad que come su madre por lo que si el niño tiene cubiertas sus estrictas necesidades calóricas cubiertas, desdeñará todas las que se le ofrecen de más y aquí empieza la guerra.
El factor psicológico es importantísimo: madre y padre agobiados y el niño llamando la atención sobre todo la atención exclusiva de su madre que es la que más se agobia y más nerviosa se pone porque “el niño no come”.
Los niños son muy inteligentes por lo que detectan e intuyen con mucha facilidad cuando a sus progenitores, especialmente a la madre le preocupa algo excesivamente y ellos, generalmente por una llamada de atención que vendrá ocasionada por diferentes motivos cuando llega el temido momento de la comida para ellos (que no para él) el niño encuentra una oportunidad fantástica para manejar la situación a su gusto.
Por lo tanto queda en que el tema “no comer” puede ser una circunstancia educativa y de dar mucha más importancia que lo que tiene al “comer propiamente dicho”.
¿Qué se debe hacer?. El momento de la comida es uno más, con un principio y con un fin y hay lo que hay, sólo en casos de enfermedad o algo que realmente lo justifique se cambia la comida. Si el niño no ha comido en el tiempo estipulado (de 30 a 45 minutos es lo correcto), sin dar mayor importancia al tema se retira el plato y “fin”, no hay nada más hasta la siguiente comida.
Esta forma de comportarse debe ser rutinaria y no entrar en peleas que no llevan a ningún sitio. El niño debe tener claro que los que mandan son sus padres y no él y a partir de ese momento las cosas mejorarán.
Los niños del S XXI en nuestro país no se mueren de desnutrición pero los padres del S XXI entran en crisis porque se acaba mirando y escuchando al niño de forma desmedida y esto podría tener consecuencias negativas en el futuro.
Entendemos que es parte del proceso educativo tener claro desde el mismo día del nacimiento del bebé que se deben poner límites porque si no, los que acabarán mandando serán ellos y eso a la larga suele generar malestar en las familias.
Cuando un niño se desarrolla sano, fuerte, vital, alegre y en él se desarrolla una falsa anorexia… ¿qué tenemos que hacer los padres?: tener mucha paciencia que es la virtud por excelencia cuando existen los hijos.
Verónica García Notario_ Directora Escuela Infantil DELPHOS
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