La Paz … ¿en qué contextos la encontramos?
San Agustín, gran filósofo y sabio, definía la Paz como «la tranquilidad del orden».
Cuando un niño viene al mundo genera «desorden» en la vida de sus progenitores y poco a poco se convierte en rutina y regresa el orden pero nunca del todo ni de la misma manera.
Los primeros conflictos en la pareja aparecen en muchas ocasiones cuando la criatura viene al mundo. Uno cree que es mejor hacer así pero el otro considera que es mejor de otra forma o incluso aparece un tercero que opina sobre el como hacer y el conflicto aumenta también debido al cansancio que se va acumulando en nuestra cabeza y nuestro cuerpo.
Resulta muy fácil decirlo pero el adulto debe transmitir armonía, orden, tranquilidad, paciencia… de alguna manera reforzar y afianzar esas virtudes que nos van a ayudar en el proceso educativo de nuestros hijos y que es fundamental para el aprendizaje de la vida ya que, todos sabemos que esas vivencias, costumbres, formas de hacer y de decir las cosas dependerá el desarrollo y crecimiento personal de nuestro tesoro más preciado.
La paz en la vida diaria implica renunciar a muchas cosas, respirar hondo, repetir las cosas todas las veces que sea necesario, ponerse de acuerdo, no discutir delante de los hijos e intentar no quitar en ningún momento la autoridad el uno al otro.
El respeto genera paz y amor. Ese sentirse muy querido lleva a la paz sin buscarla pero también es necesaria la firmeza y la flexibilidad para poner orden cuando no lo hay y eso inicialmente desequilibra aparentemente esa armonía que se pretende alcanzar pero si no somos capaces de «ser nosotros los adultos» y nos ponemos a la altura de los niños, nos llevarán a estados emocionales con nosotros mismos y con los demás que pueden llegar a resultar muy difíciles de gestionar y conseguir «guerra» porque aunque los niños que son siempre maravillosos, en muchas ocasiones nos desbordan y llegamos a situaciones muy incómodas y difíciles de resolver.
Hablarles mucho explicándoles el por qué de las cosas, compartir el máximo tiempo posible, respetar los espacios mutuos, dejarles respirar, permitir que se equivoquen, rectificar cuando seamos nosotros los que nos equivoquemos y pedir disculpas, sonreír aunque no tengamos ganas, practicar la escucha activa, estar atentos al estado de ánimo de nuestros hijos, darles tiempo para hacer las cosas, dar ejemplo de buen hacer y buen ser… Con todo esto en nuestro hogar, en nuestra familia, en nuestra Escuela, tendremos siempre sensación de Paz y de tranquilidad.
Leave a Reply